Galerías para la contemplación
La obra arquitectónica más original de Getxo sigue abandonada. Se trata de las galerías de Punta Begoña, frente a la playa de Ereaga. Las diseñó en los años 20 mi bisabuelo Ricardo Bastida por encargo del gran industrial Horacio Echevarrieta, quien poseía un gran chalet justo encima, obra de Ibarreche.
No podía haber un enclave más privilegiado. Allí se levantaba el antiguo fortín de defensa de la entrada a la ría, cuando Las Arenas era eso: una playa. Ese acantilado cuyos desprendimientos habían causado más de una víctima en el pasado, Bastida lo convirtió en una suerte de santuario de contemplación y hedonismo.
Al pasear por las galerías, ahora abiertas para su visita en grupos, se percibe de inmediato la calidad del espacio. Con sus diferentes secciones –alcanzando en algunas la mágica proporción áurea–, las galerías brindan unos sublimes encuadres de la bahía y el mar. Es una lección de arquitectura genial, muy práctica aun siendo su destino recreativo.
Desde que en los años 60 se empezó a cuestionar el Movimiento Moderno, la teoría de la arquitectura ha tomado innumerables derroteros para, al final, darnos cuenta de que en realidad lo más importante es la creación de buenos espacios mas que el estilo empleado. También hemos concluido que, contra el “diseño único” del Movimiento Moderno, en la construcción de un edificio resulta vital la colaboración del arquitecto con artesanos y otros artistas.
Bastida hizo exactamente eso: se apoya en el trabajo de los artesanos para realzar la singularidad de la obra. En las columnas lucen capitales de órdenes clásicos y hay una profusión de azulejos en el estilo modernista; utiliza los órdenes clásicos en sus composiciones e incluso secesionistas de Viena, todo ello creando unas proporciones, texturas y ritmos admirables. Sin estos acabados, las galerías no serían lo mismo.
En términos constructivos es también un proyecto innovador al utilizar hormigón armado y construir con elementos prefabricados. Bastida supo manejar con maestría la plasticidad de ese material para que hablara un lenguaje clasicista de gran refinamiento, que se mantiene a la vista pese al abandono del edificio. De exhibir la riqueza de la burguesía vizcaína paso a ser hospital durante la Guerra Civil y de ahí a refugio de yonkis décadas después. Con un poco de voluntad, hoy podría ser muchas cosas. Se nos ocurren ideas maravillosas.