Lugar: Menagaray.
Fecha: 2014
Arquitectos: José Ramón Foraster Bastida, Cristina Ybarra Muguruza
Aparejador: Eduardo A. Ruiz López
Fotógrafo: Fuente propia.

Se afrontó la rehabilitación de un palacio del siglo XVIII en Álava, protegido por la Diputación dado su eminente valor histórico-artístico. Junto al caserío y la casa-torre, el palacio o casona conforma el triunvirato del edificio tradicional vasco.

Aquella época fue de especial bonanza por la entrada de dinero de América, lo que provocó una eclosión de palacios, donde se entremezclaban elementos tradicionales vascos con detalles renacentistas. Este edificio es un bello ejemplo de esa fusión. En el exterior se combinan la sillería y la mampostería. El balcón volado de hierro toma gran protagonismo al igual que el escudo, mientras que los huecos están perfectamente ordenados dentro de una decoración severa, en la que destacan los tres arcos que marcan la entrada.

Al dibujar los planos nos sorprendió la disciplinada planta, que es un cuadrado perfecto de 19 metros de lado, al que se le añaden dos cuerpos, uno de ellos la capilla. Otra maravilla es la estructura de madera de la cubierta, un ingenio constructivo que rehabilitamos oportunamente.

Seguimos describiendo el palacio. Merece la pena para los que se emocionan contemplando estos pedazos de historia, sobre todo si son de hechuras tan delicadas. A la izquierda pusieron un reloj de sol y una inscripción en piedra señala el año en que se terminó la obra. La rígida simetría se rompe al surgir en el lado derecho, en el mismo plano de la fachada, una capilla rematada con su campanario. El resto se corona con un magnífico alero con canes decorados, algunos de los cuales hemos restaurado al completo. Al igual que en los palacios vizcaínos y guipuzcoanos, tras los arcos se sitúa la entrada y una magnífica escalera de piedra que lleva hasta la planta noble. Allí arriba se encuentran los salones y el comedor, así como una sala que conecta con la capilla, donde el dueño de la casa podía escuchar misa sin moverse de sus aposentos, como Felipe II en El Escorial.